martes, 27 de enero de 2009

Diario de una casualidad

Fue una tarde de invierno después de dos estaciones sin verse. No había nada especial, o al menos que supiera. Al igual que a veces le entraban ganas de volver a escuchar esa canción, el deseo de verle le erizaba hasta la sonrisa. De una manera inocente su propuesta de reencuentro caló en él. Pero era una inocencia aparente que se desmoronó esa tarde en cuanto hablaron un rato.
Creedme que cuando llego se nota en el ambiente. De una casualidad como yo surgen caras de sorpresa, y por qué no, de extrañeza, y cuando pasa el momento, todos dicen: ¡Qué casualidad!
Hubo caras de sorpresa, de pena, de rabia... pero la que cuenta es la de alegría que aún les dura desde aquella tarde. Pasa el tiempo y ellos no piensan "¡Qué casualidad!", sino "¡Qué alivio!". Sabían que iba a llegar ese día. Para dejar de lado un tiempo de distancia y letargo sólo les faltaba algo: no una casualidad, no; ese algo...

viernes, 23 de enero de 2009

Diario de una disculpa

Esta soy yo: una disculpa. Y como, desafortunadamente, muchas de las de mi especie, creo que llego tarde. Pero más vale tarde que nunca, ¿no? Pues aquí me encuentro presentándome ante vosotros; dando la cara por aquella que la tiene dura al no dejarse ver por este azulado espacio en más de un mes... ¡Hay que ver! Espero que por lo menos tenga motivos convincentes como para darme sentido.
Hasta ahora yo creía que me iba a usar de otro modo, algo más profundo, quizás, pero no. ¿O sí? Tal vez se halle aquí la cuestión de su ausencia... Da que pensar, la verdad.
En cualquier caso, sólo me envía con el propósito de, además de entreteneros, dar señales de vida y anunciar su vuelta con más y mejor (lo intentará). Espero que sepáis aceptarme.

¡Y no dudéis en sacarme a la luz de vez en cuando!