Pequeñas curiosidades musicales

Como ya habréis podido apreciar en otros posts, la música es mi vida y me desvivo por ella. (Qué hermosa paradoja). Si la música ya de por sí me entusiasma hasta niveles sin mesura, los pequeños detalles me vuelven loca. Aquí unos ejemplos:

- El otro día, no sé que le pasó al ordenador pero se colgó haciendo todo el rato el ruido de una ventanita de error del Explorer. La satisfacción evidentemente no es esto sino que las notas que sonaban coincidían perfectamente con la de una canción de A Tear to Bloom (1999).
- Esto aún está por llegar, pero confío en que algún día pase: escuchar una canción cuyo ritmo y el del limpiaparabrisas y/o segundero sean completamente acompasados, sin desfase alguno.
- También disfruto enormemente con las canciones que no tienen coros o segundas voces, porque me encanta interpretarlos y aportar mi originalidad a la canción.


Por el contrario, existen canciones que me enervan un poco bastante.

- Un ejemplo son las que no están en ningún tono verdadero. Me explico: Están afinadas un cuarto de tono por arriba o por debajo de lo que le corresponde, lo que hace que cuando la toque en el piano escuche esa disonancia tan horrible para mis oídos. Un ejemplo es Unintended, de Muse. Si queréis comprobadlo.
- Otro ejemplo -este ya es bastante minucioso- es un coro desafinado. Gracias a mi oído absoluto, o, en este caso, desafortunadamente, en el primer coro de “Chase This Light” de Jimmy Eat World, no puedo reprimir el cantar más alto que la música, porque está un pelííííín bajo. Pensaréis cualquier cosa de mi: que soy una exagerada, una perfeccionista, o whatever. Pues lo siento si lo soy, pero es mi oído y es lo que me toca…