domingo, 25 de noviembre de 2007

Diario de una habitación

Tres. Soy una habitación de tres paredes. Y os digo también que no soy precisamente triangular. En cualquier caso…soy una habitación pobre, descompuesta por los años, y como os podréis imaginar, deshabitada. La gran paradoja de nuestra existencia. La falta de un cuarto muro que me complete hace que las noches pasen sin haber dado cobijo a algún poeta, unos recién casados, o una abnegada trabajadora, como bien hice un día. El placer que sentían, ha quedado reducido a papeles arrugados, trazas de algún que otro cojín y las astillas restantes de lo que era una preciosa silla de madera.

Cada día que pasa me hace sentir su llegada con los primeros haces de luz que van llenando poco a poco desde las grietas de los cristales el desangelado espacio que abarco, y me derrumbo un poco más. Ladrillo a ladrillo, se va creando un cerco de escombros que me recuerdan lo poco que me queda de vida.

Lo único que me da fuerzas para no sucumbir y desplomarme en el olvido es pensar que tal vez, pase alguien a mi lado que me vea la más mínima utilidad. Quizás una familia desfavorecida, un grupo de jóvenes, o simplemente alguien que encuentre en mí ese sitio que es incapaz de hallar en su interior.




(Originalmente publicado el 23 Noviembre 2007)

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