Hoy ha sido un día pésimo. De esos que hacen que uno se sienta sucio y nada a gusto consigo mismo. Primero me han utilizado para mentir, más tarde para dar celos y envidia… y cuando creía que no podía ir a peor, me han utilizado para traicionar.
Os explico: soy una mirada de permiso. Sí, esa que pones cuando dices “¿Puedo…?”. Seguro que sabes a lo que me refiero.
Pero como no quiero dejaros con mal sabor de boca, os contaré la que creo que ha sido la mejor experiencia de mi vida, que hoy he tenido la suerte de volver a vivir (al final el día no todo ha sido tan horroroso). Va a sonar a película romántica (Él y Ella), pero hay a quien le gusta leer este tipo de anécdotas.
Como iba diciendo: Ella estaba cansada sentada en las escaleras de su casa mientras Él iba camino a una fiesta. Casualmente de camino vio a una chica sola con aspecto algo triste y apático, así que quiso acercarse para ver qué ocurría. Al llegar se dio cuenta de que era una antigua amiga que hacía años que no veía. Estuvieron hablando un largo rato, y cuando Él se disponía a irse, llegué yo a los ojos de Ella. “Espera…¿Puedes quedarte?” dijo. El efecto que causé fue el esperado. Él con una media sonrisa esbozándose en sus mejillas accedió sin reparos. Tras un rato más largo que el anterior en el que redujeron los últimos años de sus vidas, sus experiencias y sus pensamientos a escasas frases más llenas de emoción que de sentido, volví para quedarme para siempre. Hubo un silencio que Él rompió dejándome ver acompañada de un “¿Puedo hacer algo?”. Ella entre suaves risas dijo “Claro”. Volví a aparecer en los ojos del chico, quién por fin dijo: ¿Puedo besarte?”. No hizo falta respuesta, ya os podéis imaginar lo que vino después. De lo que más orgullosa me siento es que aún a día de hoy me siguen usando ellos dos. Basta con que me muestre el uno al otro, para saber qué va a pasar a continuación… Tan tierno como la primera vez.
(Originalmente publicado el 15 Septiembre 2007)
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