domingo, 25 de noviembre de 2007

Diario de una excusa

Es un tanto triste confesarlo pero…soy una de las peores de mi especie. No he nacido agraciada, y vosotros por propia experiencia lo podréis corroborar. Soy un simplón “se me ha olvidado”.
Una buena excusa no tiene nada que ver con el tiempo, y menos aún con el meteorológico. No tiene que contener ningún “pensaba” o “creía” que… Y menos el verbo olvidar…
Alguien bueno en mi oficio ha de relacionarse con el campo familiar, de los negocios, de la salud, cosas impredecibles…Algo así como: “Ya lo siento, pero mi hijo se ha roto una pierna en un accidente de tren de la compañía que financio…”. Estas sí que cobran un buen sueldo…
Las excusas podemos evolucionar mucho. Existe la vía solitaria. Consiste en ir evolucionando gradualmente hasta llegar a algo mejor. Pero siempre acaban siendo ricas y grandiosamente falsas…El otro camino es el de la complementación. Consiste en encontrar a alguien con el que puedas adaptarte para formar otra excusa mejor.
Yo tomé ese camino y vivo realmente feliz. Mi pareja es alguien que siempre me ha gustado: una excusa tan vulgar como yo. Se trata de una “no he podido”. Os contaré nuestro encuentro:
Yo estaba rondando por la mente de un chico de unos 25 años muy despistado. Pero he de decir que su pasión superaba su despiste con creces. Vivía solo, porque su novia le había dejado hacía unos meses. ¿Por qué? Y aquí entro yo: por olvidar. Por olvidar cumpleaños, aniversarios, citas, detalles…Creía que no le prestaba ninguna atención. Pero en realidad le amaba con toda su alma y no pasaba un día de su vida sin echar de menos cada segundo de su relación. En un acto de valor y fuerza para afrontar la situación decidió volver a por ella. Fue hasta su piso y al abrir la puerta ella, expresando a la vez desconcierto, algo de ira, un poco de alivio, y mucha dureza, dijo: “¿Por qué has vuelto?” Y aquí es donde conocí a mi actual pareja. Él respondió: “No he podido olvidarte”.

Formamos una bonita pareja, ¿verdad?




(Originalmente publicado el 31 Agosto 2007)

1 comentario:

Anónimo dijo...

he leído tu historia y no he podido evitar escribirte la mía, para que veas que no estás solo. pertenezco a una familia a la que todos desprecian, pero a la que nadie a dejado de recurrir en algún momento de su vida: la de las excusas baratas. en efecto, somos aquellas que pasan por la imaginación de una persona desesperada y, esquivando rápidamente a su sentido común, su razonamiento lógico y su inteligencia, nos dejamos oír a través de sus palabras dando un resultado que casi nunca agrada ni al emisor ni al receptor. somos el resultado de un momento de agobio, de estrés, en el que el sujeto se siente rodeado e indefenso y recurre a nuestra ayuda como solución momentánea que no hace sino agrabar la situación. somos despreciables y nos movemos entre la peor calaña de la sociedad, ese es nuestro destino y nunca saldremos de aquí, piensen en nosotros cuando se sientan despreciables, ya saben, mal de muchos...